46 | Los argumentos no sirven ante los hechos

 




Frase latina: Contra facta non valent argumenta.

Traducción literal: Contra los hechos no valen los argumentos.

1. Análisis gramatical

  • Contra: preposición que rige acusativo, significa «contra» o «en oposición a».
  • facta: acusativo plural neutro de factum, -i, que significa «hecho», «acción», «acto realizado».
  • non: adverbio de negación.
  • valent: tercera persona del plural del verbo valeo, valere, «tener fuerza», «ser eficaz», «valer».
  • argumenta: nominativo plural neutro de argumentum, -i, «razonamiento», «prueba», «argumento».

Estructura sintáctica

El sujeto es argumenta, el verbo es valent y el complemento es contra facta.

La frase completa significa literalmente: «Los argumentos no tienen fuerza contra los hechos».

2. ¿A qué se refiere?

Los hechos son tercos y resistentes: no ceden ante los razonamientos ni pueden ser anulados por ellos. Lo que ha ocurrido, por más que lo deseemos, no puede dejar de haber ocurrido. Por más justificaciones que inventemos, no hay forma de alterar lo que ya fue.

Todos quisiéramos, en algún punto de nuestra vida, reescribir ciertos episodios, borrar errores, eliminar personas que nos hirieron o suprimir decisiones que nos avergüenzan. También quisiéramos detener acontecimientos que avanzan hacia un desenlace que tememos. Pero la realidad es inflexible: los hechos permanecen más allá de nuestra voluntad o de nuestras palabras.

Incluso el lenguaje puede caer en absurdos cuando intenta suavizar lo evidente, como cuando se habla de un «presunto cadáver». Si alguien ha muerto, el hecho mismo no es presunto, sino innegable; lo incierto pueden ser las causas, el autor o las circunstancias. Lo real, sin embargo, permanece incuestionable.

3. Comentario filosófico

La sentencia Contra facta non valent argumenta encierra una verdad de orden ontológico y ético: la realidad es soberana frente al discurso. En ella se afirma la imposibilidad de refutar lo que es por medio de lo que se dice. Ninguna construcción retórica, por sofisticada que sea, puede alterar la sustancia de los hechos.

Esta idea atraviesa toda la historia del pensamiento. Aristóteles ya había señalado que el ser es, y lo que no es, no puede ser. En el terreno moral, esto implica que la acción realizada adquiere una existencia propia e irreversible. Una vez ejecutada, una acción deja de pertenecer al dominio de la posibilidad y pasa al de la necesidad: ha sido, y por tanto, no puede «no haber sido».

El pensamiento moderno, en cambio, con su fe en el poder de la palabra y la interpretación, ha intentado muchas veces disolver los hechos en discursos. Pero esta sentencia nos recuerda que la verdad no depende del relato, sino de la realidad que lo precede. El hecho es un límite a la imaginación y al deseo humano.

Desde un punto de vista existencial, esto nos enfrenta a una paradoja: el ser humano, que busca constantemente reescribir su historia, choca contra la solidez del pasado. Sin embargo, esta resistencia no debe verse como una condena, sino como una enseñanza. Aceptar los hechos es aceptar la verdad de lo vivido, asumir las consecuencias de los actos y crecer desde ellas.

La negación de los hechos —tan frecuente en la sociedad actual, donde la opinión pretende sustituir la realidad— es, en el fondo, una forma de huida. Pero la sabiduría consiste en mirar los hechos de frente, sin disfrazarlos, porque solo quien los reconoce puede comprenderlos y transformarse.

Así, Contra facta non valent argumenta no es solo una máxima jurídica o lógica, sino una advertencia ética y filosófica: la verdad de la realidad es inapelable, y todo intento de negarla no es más que una forma de autoengaño.

Escrito por David Misari
6 de octubre de 2025


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