48 | Reivindicación del latín como lengua viva (análisis del texto de Emilio del Río)

 


El artículo titulado «El filólogo Emilio del Río reivindica el latín como una lengua viva y global», precisamente dedicado al filólogo Emilio del Río ofrece una defensa apasionada y fundamentada del latín como lengua viva, global y esencial para comprender la cultura occidental. Frente a la visión extendida de que el latín es una lengua muerta, Del Río sostiene una tesis contraria: el latín pervive transformado en las lenguas romances, en el pensamiento, en la ciencia, en la terminología técnica y en la estructura mental del mundo moderno.

Desde un punto de vista académico, su discurso no es meramente nostálgico, sino profundamente pedagógico y humanista: reivindica el latín como herramienta de formación intelectual, ética y ciudadana.

1. El latín como lengua inmortal y global

Del Río recalca que el latín no ha desaparecido, sino que ha mutado y evolucionado, al igual que las especies biológicas que Linneo clasificó con nombres latinos. Cuando afirma que fue «la primera lengua global», apunta a un hecho histórico: el latín fue el idioma del Imperio, de la administración, del derecho, de la religión y de la ciencia durante siglos. Incluso después de su fragmentación en las lenguas romances, el latín continuó como la lengua franca de la cultura europea hasta bien entrado el siglo XVIII. Su afirmación de que el 80 % de nuestro vocabulario procede del latín no solo tiene una dimensión lingüística, sino también cultural y cognitiva: el pensamiento, la lógica, el derecho, la filosofía y las instituciones modernas se estructuran aún según moldes latinos. Así, más que una lengua muerta, el latín es el esqueleto invisible del pensamiento occidental.

2. Educación y ciudadanía: el latín como herramienta de pensamiento crítico

Uno de los aportes más notables del artículo es la defensa de la enseñanza del latín en la Educación Secundaria y el Bachillerato. Del Río afirma que «las personas somos lenguaje» y que conocer el latín nos hace más críticos, más libres y mejores ciudadanos. Desde una perspectiva educativa, esta afirmación tiene un profundo sentido filosófico: aprender latín no es solo aprender una lengua antigua, sino aprender a pensar con precisión, a razonar con rigor y a comprender las raíces del lenguaje y del pensamiento moderno.

El latín enseña estructura, lógica, etimología, disciplina mental y, sobre todo, conciencia histórica. En un tiempo dominado por la inmediatez digital, donde el lenguaje se empobrece, el estudio del latín es un antídoto contra la superficialidad.

Del Río coincide aquí con autores como Umberto Eco o Werner Jaeger, quienes afirmaban que la formación humanista es la base de la verdadera educación. Comprender el latín es comprender nuestra civilización: sus valores, sus errores y sus logros.

3. Cultura viva y presencia del latín en el mundo moderno

El filólogo demuestra que el latín no está confinado a los libros escolares, sino que aparece constantemente en la vida cotidiana: en el cine, la música, la gastronomía, el cómic y la economía. Este enfoque «popular» que adopta en su libro Latín Lovers y en su sección radiofónica busca reconciliar al público con el latín, mostrando que no es una lengua inaccesible o elitista, sino la raíz común de nuestra comunicación diaria. De esta manera, Del Río moderniza la enseñanza de las lenguas clásicas, acercándolas a la experiencia cultural contemporánea. Su método —«ameno y divertido»— es pedagógicamente valioso: enseña sin imponer, despierta curiosidad sin temor al rigor.

4. Dimensión ética y política del mensaje

En un punto crucial, Del Río recuerda que «idiota» proviene del griego «idiṓtēs», que designa a quien se ocupa solo de sí mismo y no de la comunidad (res publica). Con ello lanza una advertencia: quien ignora su herencia cultural y lingüística se desconecta del bien común.
El conocimiento del latín no es solo una cuestión académica, sino una forma de responsabilidad cívica. Entender las raíces de las palabras es entender también las raíces del pensamiento democrático, jurídico y racional que hemos heredado de Roma y Grecia.

5. Conclusión

El artículo sobre Emilio del Río pone de manifiesto que defender el latín es defender el pensamiento mismo. En una época donde la utilidad inmediata domina los programas educativos, su voz recuerda que no todo conocimiento valioso es cuantificable o rentable: aprender latín no sirve para «hacer dinero», sino para entender lo que somos.

Como en la sentencia clásica Non scholae, sed vitae discimus («No aprendemos para la escuela, sino para la vida»), el estudio del latín forma el carácter, refina el juicio y cultiva la libertad interior.

En otras palabras, el latín no es una lengua muerta, sino la lengua de nuestra memoria. Conocerla nos permite hablar mejor, pensar con mayor claridad y comprender quiénes somos como herederos de una civilización que aún respira en cada palabra que pronunciamos.

El artículo de Emilio del Río lo puedes leer aquí.

Escrito por David Misari
7 de octubre de 2025


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