Jorge William Z. era un hombre que se
sentía seguro de que Lucía le era leal. Sin embargo, cierto día, recibió un
mensaje de WhatsApp que decía lo siguiente:
—Hola, sé que no me conoces, pero yo a ti sí y más de lo que te imaginas, pero
tranquilo, no soy ningún extorsionador, digamos que solo soy el "tercer
hombre" que siempre está a un paso adelante de todo.
Verás, soy el hombre que le quita el sueño a Lucía, soy el responsable de las
veces en que Lucía no está contigo, pues para ti, se va a encontrarse con una
amiga, saldrá o se queda con su madre, o quizá, se queda haciendo trabajos de
la universidad, pero para que le creas, te envía fotos avanzando sus trabajos o
de lugares con sus amigas o madre, ja, ja, ja, pero todas esa fotos son
pasadas, tomadas otros días, pero claro, días en que nunca las viste y pensaste
que eran actuales. ¡Pobre imbécil!
Soy el tercer hombre, el causante de las risas o sonrisas de Lucía tras revisar
su celular, en tu delante y luego decirte "Es una amiga que me hace reír
con sus ocurrencias". Agradéceme, pues gracias a mí, tu querida Lucía se
porta cariñosa y amorosa contigo sin razón aparente. Ella también hace bien su
papel para que tú, miserable, no sospeches nada.
Soy el tercer hombre y lo confieso, sin vergüenza, ni moral alguna, porque soy
un ser amoral. Soy un cínico, ¡Ea!, pero un cínico en potencia que la hace feliz
y vibrar en cada encuentro que tengo con ella.
Ahora bien, quiero que te preguntes algo, ¿qué hiciste para que Lucía buscara a
'otro'?, o mejor dicho ¿qué no hiciste? Pues si ella decidió correr a mis
brazos fue por algo, ¿no te parece?, ¿acaso la descuidaste o no la supiste
valorar?, ¿acaso te aburriste de ella o la trataba mal? Piensa en eso.
Por mi parte, le di lo que no encontraba más contigo, le di lo que tú no le has
dado, una nueva ilusión, una hermosa aventura, días y noches de pasión y
lujuria. A lo mejor, Lucía sabe o es consciente de que yo no seré el hombre con
el que ella al final se quede, pero al menos, conmigo la pasa diez veces mejor
que contigo. ¿Sabes? Hay algo en ella que me fascina. Me propuse tenerla cerca,
tener una relación digamos 'exclusiva' con ella y al final lo conseguí. Como
todo un crápula, me di la tarea de ganarme su confianza con detalles, llamadas,
palabras bonitas y todas aquellas cursilerías que le encantan a las mujeres. ¿Y
sabes algo? Te la quité, aunque tú jamás pensabas que ella te sería desleal.
Déjame contarte algo más, la primera vez que me llamó para preguntarme en dónde
estaba y qué estaba haciendo, supe que ya 'había caído'. Si no estaba enamorada
por lo menos estaba ilusionada conmigo. Había conseguido algo y tenía que
aprovecharlo. Conseguí lo que tú hace mucho habías conseguido también, pero a
diferencia tuya, yo si lo iba a aprovechar.
Con un poco de trabajo conseguí que se entregara a mí, no solo en cuerpo, sino
también en alma. Cada vez que intimamos, nuestros cuerpos se fusionan y
envueltos con la bendición de Eros, nos volvemos una sola carne entregada a la
pasión, al deseo, a aquello que la hipócrita sociedad considera prohibido.
Varias tardes la pasamos juntos, besándonos, acariciándonos, amándonos. Y
cuando no estamos juntos, porque ella viajaba para sus clases, usamos la
videollamada para seguir complaciéndonos. Apurados aprovechamos cada segundo,
cada minuto que pasábamos juntos ora en persona ora a la distancia. Hacíamos y
hacemos muchas cosas juntos, mientras tú, iluso, creías que la tenías segura.
Al ser consciente de mi situación, yo sé que Lucía quizá nunca te iba a dejar,
que su cuerpo estaría contigo, pero ¿te digo algo?, sé que su corazón me
pertenece, estoy seguro que me quiere más a mí que a ti. No sabes cuántas veces
la sentí respirar libremente y disfrutar del aire libre mientras la llevaba y
llevo en mi moto. Cuántas veces disfrutamos de los paseos al campo, en aquellas
fotos que le tomé, aquellas donde Lucía sale muy hermosa rodeada de naturaleza,
y claro, fotos en las que jamás me verás a mí por obvias razones.
Por otro lado, ver cómo se las arreglaba para salir de su casa, las
justificaciones que tenía que inventar y saber que corría y corre un riesgo
estar conmigo, hizo que me sintiera importante. Cada encuentro tenía que pasar
por varios obstáculos, tenía que superar varias pruebas. Nosotros los
superábamos, así de grande es lo que ella y yo tenemos. La sociedad juzga,
señala, discrimina, pero sé que ella disfrutó hacer algo que estaba mal visto y
lo hizo conmigo. En sus conversaciones me decía que tú duras poco en la cama y
ella tiene que fingir para no hacerte sentir mal, en cambio conmigo, ella
explota de placer y deseo.
Sé que luego de leer esto, quizá odies a Lucía y la cortes, o quizá me odies a
mí también, pues ya sabes que fui y soy la causa de todos tus pesares, pero
acuérdate que las relaciones son de dos y si un tercero se mete, es porque
había espacio para que entrara, un espacio que me dejaste tú.
Espero no incomodar con lo que te diré, pero mañana, domingo, la esperaré en
nuestro lugar pactado, yo estaré con mi moto y me la llevaré al campo para
hacerla sentir como una diosa griega, libre y sensual, y además, llenarla con
mis besos y caricias de placer.
Soy el tercer hombre, ese gato negro que se oculta entre sus piernas, por
cierto, mi nombre es Marcos.
Cuento: El tercer hombre
Escrito por David Misari Torpoco
11 de mayo de 2024
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