Lucía era una mujer de treinta años y las
cosas en su trabajo, con su familia y la relación que llevaba con Martín (su
pareja) iban muy bien. Todo era perfecto. Incluso, empezó a estudiar una
maestría en Gestión Pública.
Durante los tres primeros meses del año todo iba de maravilla. Una vez llegado
el cuarto mes (abril) empezó a experimentar ciertos cambios. De pronto, comenzó
a sentir fatiga o cansancio por las mañanas, pero no necesariamente por el
trabajo. Durante las tardes aparentemente estaba bien, pero por las noches
llegaba a su casa muy cansada y a veces con un pequeño dolor de cabeza, que no
pasaba a mayores.
Por WhatsApp le comentó a una de sus amigas sobre su cansancio y fatiga, pero
su amiga le dijo que se cuidara, pues no vaya a ser que esté embarazada. Lucía
lo tomó con gracia y le dijo que eso no sería, porque lleva cuidándose desde
hace tiempo.
Llegó el viernes y se encontró con Martin
por la noche para salir a comer y luego quedarse con él hasta el día siguiente
en su departamento. Esa noche mientras dormía tuvo pesadillas. Soñó cosas feas
y sin sentido. Al día siguiente no le dijo nada a Martín y por más que él la
vio demacrada y le preguntó si se sentía bien, ella le dijo que sí y se fueron.
Al empezar el trabajo, nuevamente sintió ese extraño cansancio por la mañana,
la fatiga ahora era por la tarde y al llegar a su casa esa noche, Lucía no
quiso cenar y se fue directo a dormir. Su madre la vio y la notó algo extraña,
pero no le preguntó nada, pues pensó que quizá tuvo un día cargado en el
trabajo.
Aquí es donde empieza todo. Desde ese día, Lucía empezó a despertarse a las
3:30 a. m. sin motivo alguno. Posteriormente, algunas noches comenzó a sentir
que una presencia estaba en su cuarto y la vigilaba, pero otras veces sintió
una especie de fuerza que la despertaba exactamente a esa hora. Por más que se
volvía a recostar, para seguir durmiendo, su sueño ya no era igual. Estuvo así
por varios días.
En el trabajo, sus amigas la notaban algo demacrada y pensaron que estaba
enferma de algo, porque su cansancio, ojeras y esos pequeños dolores de cabeza
no eran normales. Al día siguiente, Lucía pidió permiso a la jefa de su
trabajo, quien además era su amiga, para ir al médico. Una vez en el
consultorio, el médico la examinó y dio la orden para que se hiciera unos
análisis. Días después, Lucía volvió al médico para ver los resultados de sus
análisis y este le dijo que todo está normal, incluso su hemoglobina estaba bien
y que no tenía nada. Lo único que le recomendó fue unos calmantes para los
dolores de cabeza, le dijo que practique algún deporte y beba mucha agua. Lucía
insistió que ni fuerzas tiene para hacer ejercicios, pero el médico la vio y
solo atinó a decir que no se preocupe mucho, que descanse bien y se relaje
algún fin de semana yéndose de viaje a algún lugar fuera de la capital.
Pasaron los días, pero Lucía seguía igual, aunque cada vez más cansada,
aburrida y fastidiada. Era como si no tuviese ganas de nada, hasta su carácter
había cambiado, pues respondía mal en el trabajo o reaccionaba de mala manera
cuando se le preguntaba algo.
Una noche, mientras dormía, pasó lo mismo, pues se despertó a las 3:30 a. m. En
eso, resignada a no volver a concebir el sueño, empezó a revisar su celular y
vio el estado de su antiguo profesor, el doctor Darío Morris. El estado del
profesor decía lo siguiente:
«Si estás leyendo esto a esta hora (3:30 a. m.) déjame decirte que estás en
peligro. Si te sientes cansada, fatigada y sientes que la rutina te aburre y lo
único que quieres es dormir o no hacer nada, estás en peligro. Despertar a las
3:30 a. m. de la nada, puede significar tres cosas: a. Que una potencia
(demonio) esté quitándote energía (vida). b. Una entidad oscura te acecha y te
despierta a esa hora para prepararte poco a poco y poseer tu cuerpo. O quizá,
la última opción y la más peligrosa: c. Alguien te está velando y te está
haciendo algún tipo de daño (brujería) para destruirte poco a poco con alguna
enfermedad y producto de ese daño, no te deja avanzar».
Ni bien terminó de leer el estado del profesor, Lucía se asustó demasiado, dejó
su celular sobre la cama, se puso de pie para ir al baño y, en ese preciso
momento, se fue la luz. Cómo era de madrugada todo se tornó más oscuro y
silencioso. De pronto, ella sintió que alguien estaba parado atrás de ella,
pero al voltear lentamente, por más que todo estaba oscuro, sintió que un
hombre alto, vestido de negro y con una cabeza de macho cabrío estaba ahí. De
pronto, una voz gruesa y extraña le dijo: «Martín te está velando con huesos de
una muerta que consiguió de un cementerio. Un brujo negro ha colocado sobre un
vaso con sangre de gallo negro una foto tuya con los huesos molidos. Martín te
hace esto para que siempre pienses en él y no lo dejes por otro hombre, porque
si lo llegas a hacer... te mueres».
Cuento: 3:30 a. m.
Escrito por David Misari Torpoco
16 de abril de 2023
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