18 | 3:30 a. m.

 


Lucía era una mujer de treinta años y las cosas en su trabajo, con su familia y la relación que llevaba con Martín (su pareja) iban muy bien. Todo era perfecto. Incluso, empezó a estudiar una maestría en Gestión Pública.

Durante los tres primeros meses del año todo iba de maravilla. Una vez llegado el cuarto mes (abril) empezó a experimentar ciertos cambios. De pronto, comenzó a sentir fatiga o cansancio por las mañanas, pero no necesariamente por el trabajo. Durante las tardes aparentemente estaba bien, pero por las noches llegaba a su casa muy cansada y a veces con un pequeño dolor de cabeza, que no pasaba a mayores.

Por WhatsApp le comentó a una de sus amigas sobre su cansancio y fatiga, pero su amiga le dijo que se cuidara, pues no vaya a ser que esté embarazada. Lucía lo tomó con gracia y le dijo que eso no sería, porque lleva cuidándose desde hace tiempo.

Llegó el viernes y se encontró con Martin por la noche para salir a comer y luego quedarse con él hasta el día siguiente en su departamento. Esa noche mientras dormía tuvo pesadillas. Soñó cosas feas y sin sentido. Al día siguiente no le dijo nada a Martín y por más que él la vio demacrada y le preguntó si se sentía bien, ella le dijo que sí y se fueron.

Al empezar el trabajo, nuevamente sintió ese extraño cansancio por la mañana, la fatiga ahora era por la tarde y al llegar a su casa esa noche, Lucía no quiso cenar y se fue directo a dormir. Su madre la vio y la notó algo extraña, pero no le preguntó nada, pues pensó que quizá tuvo un día cargado en el trabajo.

Aquí es donde empieza todo. Desde ese día, Lucía empezó a despertarse a las 3:30 a. m. sin motivo alguno. Posteriormente, algunas noches comenzó a sentir que una presencia estaba en su cuarto y la vigilaba, pero otras veces sintió una especie de fuerza que la despertaba exactamente a esa hora. Por más que se volvía a recostar, para seguir durmiendo, su sueño ya no era igual. Estuvo así por varios días.

En el trabajo, sus amigas la notaban algo demacrada y pensaron que estaba enferma de algo, porque su cansancio, ojeras y esos pequeños dolores de cabeza no eran normales. Al día siguiente, Lucía pidió permiso a la jefa de su trabajo, quien además era su amiga, para ir al médico. Una vez en el consultorio, el médico la examinó y dio la orden para que se hiciera unos análisis. Días después, Lucía volvió al médico para ver los resultados de sus análisis y este le dijo que todo está normal, incluso su hemoglobina estaba bien y que no tenía nada. Lo único que le recomendó fue unos calmantes para los dolores de cabeza, le dijo que practique algún deporte y beba mucha agua. Lucía insistió que ni fuerzas tiene para hacer ejercicios, pero el médico la vio y solo atinó a decir que no se preocupe mucho, que descanse bien y se relaje algún fin de semana yéndose de viaje a algún lugar fuera de la capital.

Pasaron los días, pero Lucía seguía igual, aunque cada vez más cansada, aburrida y fastidiada. Era como si no tuviese ganas de nada, hasta su carácter había cambiado, pues respondía mal en el trabajo o reaccionaba de mala manera cuando se le preguntaba algo.

Una noche, mientras dormía, pasó lo mismo, pues se despertó a las 3:30 a. m. En eso, resignada a no volver a concebir el sueño, empezó a revisar su celular y vio el estado de su antiguo profesor, el doctor Darío Morris. El estado del profesor decía lo siguiente:

«Si estás leyendo esto a esta hora (3:30 a. m.) déjame decirte que estás en peligro. Si te sientes cansada, fatigada y sientes que la rutina te aburre y lo único que quieres es dormir o no hacer nada, estás en peligro. Despertar a las 3:30 a. m. de la nada, puede significar tres cosas: a. Que una potencia (demonio) esté quitándote energía (vida). b. Una entidad oscura te acecha y te despierta a esa hora para prepararte poco a poco y poseer tu cuerpo. O quizá, la última opción y la más peligrosa: c. Alguien te está velando y te está haciendo algún tipo de daño (brujería) para destruirte poco a poco con alguna enfermedad y producto de ese daño, no te deja avanzar».

Ni bien terminó de leer el estado del profesor, Lucía se asustó demasiado, dejó su celular sobre la cama, se puso de pie para ir al baño y, en ese preciso momento, se fue la luz. Cómo era de madrugada todo se tornó más oscuro y silencioso. De pronto, ella sintió que alguien estaba parado atrás de ella, pero al voltear lentamente, por más que todo estaba oscuro, sintió que un hombre alto, vestido de negro y con una cabeza de macho cabrío estaba ahí. De pronto, una voz gruesa y extraña le dijo: «Martín te está velando con huesos de una muerta que consiguió de un cementerio. Un brujo negro ha colocado sobre un vaso con sangre de gallo negro una foto tuya con los huesos molidos. Martín te hace esto para que siempre pienses en él y no lo dejes por otro hombre, porque si lo llegas a hacer... te mueres».

Cuento: 3:30 a. m.
Escrito por David Misari Torpoco
16 de abril de 2023


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