Mario Lozano es un arquitecto de treinta y
dos años. Cuenta con un trabajo que le permite poseer una buena cuenta bancaria.
Además, lleva una relación de casi tres años con una hermosa mujer llamada
Jimena. Sin embargo, como en todas las parejas, su relación atravesaba un
momento difícil, pues las constantes peleas y los celos por parte de Jimena
hacia algunas colegas de Mario, solo ocasionara el cansancio por parte de él y
algunos pensamientos dirigidos a poner fin a una relación que ya no reflejaba
el amor que había en un principio.
Un viernes por la noche, Mario conversaba en un bar del centro de Lima con
Roger, un joven arquitecto cuatro años menor que él, con quien entabló una
amistad hace dos meses. Ya iban por la segunda botella, mientras hablaban sobre
asuntos relacionados al trabajo de la inmobiliaria, pero antes de acabar esa
botella, dejaron el tema laboral de lado y Roger le preguntó sobre su relación
con Jimena, a lo que Mario le responde:
—Las cosas ya no son como antes, mejor dicho, ya nada es como antes —y tomó un
sorbo del vaso con cerveza.
—¿Tanto así?, bien sabes que todas las parejas tienen sus momentos malos, tal
vez, si conversas con ella para solucionar el problema o mejor, si se van de
viaje un fin de semana, ¿no ayudaría en algo?
—Nada ayuda. La vez pasada le dije para irnos un fin de semana fuera de Lima y
no quiso.
—No me digas que ya sabe lo de Mirella.
—¡No! ¡Ni Dios lo permita!, aunque, Jimena se crea unos celos enfermizos porque
piensa que estoy con alguna colega de la inmobiliaria.
—No me digas que te revisa el celular y lee tus conversaciones.
—En mi celular no guardo nada, Roger. Todas mis conversaciones con Mirella
están en mi otro equipo, el Samsung negro.
—¿Y no tienes miedo de que Jimena algún día descubra tu otro equipo?
—¡Imposible!, el otro equipo nunca lo saco para nada y por más veces que Jimena
ha estado en mi depa, nunca se ha dado cuenta de eso.
—¡Asu!, ¡por lo que veo eres un maestro, ah! Mis respetos y ¡salud por eso!
—¡Salud, Roger, salud! Mmm… ¿Sabes? Aún recuerdo el día que Javier me enseñó cómo
hacer para que tu pareja nunca se entere de la existencia de alguna amante. Mi
maestro Javier, ¿qué será de él?
—¿Javier? ¿Te refieres a Javo?, ¿el ingeniero del que me comentaste una vez que
estuvo con tres mujeres en simultáneo durante todo un año?
—Ese mismo.
—No sabía que Javier te había enseñado sus «secretos» para tener amantes, ja,
ja, ja.
—Eso fue hace tiempo, tú no entrabas a trabajar aún. Veamos, habrá sido hace
unos cinco años, cuando yo estaba con Alicia, pues no conocía aún a Jimena. Sin
embargo, luego de un año de estar con Alicia, algo en mí cambió, sentí que ya
Alicia me aburría y necesitaba otro cuerpo femenino en la cama. Lo malo fue que
Alicia se enamoró de mí y resultó algo difícil buscar una excusa para cortarla.
En esa época, conocí a Mirella, estaba más chibola y un poco más delgada, pero
con buena silueta, era anfitriona y bailarina por aquel entonces, le hablaba
casi todos los días por WhatsApp y luego, empezamos a salir. En ese tiempo, yo
empecé a ganar un poco más de dinero en el trabajo, pero aún no tenía el carro.
Recuerdo que no pasó ni un mes y medio, y nos volvimos amantes. Aun así, tenía
miedo de que Alicia me descubra algún día.
—Como quién dice, Mirella estaba en su punto je, je, je, pero ¿cómo Javier te
ayudó con eso?
—Un día, Javier me vio con Mirella justo cuando salía con ella de un hostal.
Por aquella época, yo no tenía el carro como te dije, así que acompañé a
Mirella a que tomara su taxi, pero Javier, desde su carro, me estaba siguiendo.
Una vez que yo despedí a Mirella en el taxi, un auto justo se estacionó en
donde había parado el taxi, bajó su luna y me dijo: «Sube, tenemos que hablar».
Me subí a su carro y me dijo:
—Debes tener cuidado, Mario, supongamos que no hubiera sido yo el que te vio,
sino Alicia, ¿qué hubiera pasado?
—La tercera guerra mundial —le respondí.
—¡Exacto! Y dime ¿sabes qué hacer si en algún momento a Alicia se le ocurre
revisar tu celular?
—¡Ni lo digas, Javo! Fácil se gana con todos los mensajes que tengo con Mirella
ahí, por más que he borrado varios, pero a veces me olvido de borrar algunas
conversaciones.
—Desde luego, suele pasar, pues no siempre estamos pendiente de todo al cien
por ciento. Para eso, te daré una lección.
—Sí, ya sé, seguro me dirás que tenga a Mirella con otro nombre guardado,
¿cierto?
—¡No! Eso es para imbéciles.
—¿Entonces?
—De nada sirve que tengas a la amante con otro nombre, porque, digamos que tu
pareja (la firme) sea demasiado tóxica o enferma de celos y en algún descuido
de tu parte, toma tu celular, revisa tu equipo, y digamos que también sabe tu
patrón para ingresar a tus conversaciones por WhatsApp, entonces se pondrá a
revisar cada una de las conversaciones. Y si por ahí da con la amante, ya
fuiste. Lo mejor que se puede hacer es tener dos equipos, uno recontra caleta y
solo lo usas en tu casa cuando no estés con tu pareja, mmm… digamos por las
noches cuando llegas de tu trabajo. Entonces y solo entonces ahí lo sacas, lo
prendes y te pones a hablar con la amante. Con eso, tu celular normal siempre
estará libre de polvo y paja, y por más que tu pareja, tóxica o enferma de
celos agarre tu celular, nunca encontrará nada, porque todas las conversaciones
estarán y quedarán en el otro equipo, eso sí, bien guardado en tu casa.
—¡Eres un crack, Javo!
—Yo hago eso, razón por la que, en mi «otro equipo», tengo agregada a mi otra
novia y también a mis mejores amigos, ya que ellos saben de la situación y
normal, además, también tengo agregados a personas que solo me llaman para
algunos trabajos. De ese modo, toda conversación por WhatsApp con mi otra novia
queda en el «otro equipo».
—¿Y tu amante sabe que tienes tu pareja firme?
—Claro que sí, lo sabe.
—¿Y no se molesta o no te dice algo?
—¡Qué se va a molestar pues! Por algo es «la amante», «la otra» y como tal, ya
sabe que tengo una firme y para tranquilizarla le meto el cuento de siempre,
que estoy mal con la firme… que ya la voy a dejar… que ya me voy a separar de
ella y bla bla bla bla. La clave aquí para que todo salga bien es que la amante
sepa tu situación real. Así, la única engañada es la firme.
—¡Buen dato el que me acabas de dar, Javo!
—Claro pues chiquillo, así que ahora mismo ve a comprar otro equipo y ahí nomás
agrega a la otra y cuando la veas, ya sabes, cuéntale tu situación actual con
Alicia, pues no tiene porqué ponerse celosa o crear dramas, incluso, si se pone
algo sabrosa, cómprale algún regalito, llévala a comer a un buen lugar o
llévatela de paseo… y a la firme le inventas que saldrás de Lima por motivos de
trabajo o qué sé yo, ya algo se te ocurrirá.
—¡Grande, Javier! ¡Gracias, te pasaste!
Una vez que Mario terminó de contarle a Roger cómo Javier le enseñó ese
secreto, Roger le dijo:
—Creo que haré lo mismo con Anahí.
—Claro, hazlo, si Anahí es tu amante, esta técnica del otro equipo no falla.
Además, si me escribe Mirella y no le respondo, como es mi amante, no se
molesta, al contrario, solo me escribe «entiendo, debes estar ocupado o
haciendo algo. Ya me escribes cuando te desocupas. Besos». Y listo.
—Pero si estás bien con Mirella, entonces ¿por qué no cortas de una vez con
Jimena?
—¿Y ser el malo de la película?, no gracias. Ya Jimena se aburrirá de mí y que
ella sea la que me corte, así yo me haré al lastimado y punto.
—Ya veo, Mario, lo tienes todo planeado. Creo que seguiré tu consejo y tendré a
Anahí en el equipo nuevo, de ese modo, Paola ya no podrá descubrirme.
En ese momento, el celular de Roger empezó a sonar. Roger miró su equipo, miró
a Mario y le dijo:
—Y hablando de la reina de Roma —y le mostró la pantalla de su celular con el
nombre Anahí y rápidamente le dijo a Mario— dame un minuto.
Mario le hizo un gesto con la mano, como quien dice «¡adelante!». Con la bulla
que había en el bar, Roger tuvo que alzar la voz por el celular y dijo: «Estoy
en un bar con un amigo, no te preocupes, salgo de aquí y te llamo. Un beso
amor» y acabó la llamada. Mario sonriendo le dijo:
—Esa Anahí te tiene bien controlado por lo que veo je, je, je.
—Ja, ja, ja, ja, ja, digamos que sí.
—Bueno, Roger, me voy. Te dejo para que vayas a ver a tu queridísima Anahí,
mientras yo debo llegar a mi depa para llamar a Mirella y decirle que este fin
de mes nos vamos de viaje, ya que Jimena no quiere, no por eso yo voy a
quedarme encerrado, ¿no?
—¿Y qué le dirás a Jimena? Pues, supongo que te preguntará ¿a dónde vas?
—El cuento de siempre, le diré que por motivos laborales debo estar unos días
fuera de Lima y listo. Respecto a Mirella, le depositaré para su pasaje dos
días antes, de ese modo, ella se va primero, me espera allá y yo llego yo al
siguiente día y todo tranquilo.
—¡Vaya! Ya lo tenías todo planeado, ¿cierto?
—Como debe ser, campeón… y no te preocupes, yo invito —dijo Mario, sacó su
billetera negra Renzo Costa, la abrió y tomó un billete de cien soles— más
bien, aquí te dejo el dinero para que pagues las chelas y te quedas con el
vuelto. Ahora sí, me voy.
Ambos se pusieron de pie, Roger le dio las gracias por la invitación y por
quedarse con el vuelto.
Una vez que Mario salió del lugar, Roger miró por la ventana del bar y vio que
Mario subió a su auto y partió. Rápidamente, Roger pagó la cuenta y salió del
bar. Una vez afuera, ya sin bulla, tomó su celular y marcó al número de Anahí.
Ella contesta y Roger dijo:
—¡Aló, preciosa! ¿Estás despierta aún?
—Sí amor, dime.
—Estaba con bulla adentro y además con un amigo del trabajo, como te dije, pero
¿adivina qué?
—¿Qué, mi vida? ¡Dime!
—Este fin de mes lo pasaremos juntos en tu depa o si gustas en el mío, además,
te llevaré un regalo que te gustará mucho por los tres meses que cumpliremos
como amantes.
—¡Estupendo! Entonces me pondré esa lencería sexy que tanto te gusta y te
bailaré antes de irnos a la cama.
—¡Uy, qué rico!
—El rico eres tú, cariño, y gracias por hacerme tan feliz. ¡Te amo, Roger!
—Y yo a ti, Jimena.
Cuento: La amante
Escrito por David Misari Torpoco
21 de agosto de 2021
0 Comentarios