31 | Debate: Descartes vs. Lutero

 


Descartes contra Lutero

Estamos en el año 2166 y ya se ha inventado una máquina del tiempo. En un gran auditorio situado en Atenas, Grecia, un grupo de 33 científicos enviaron a 72 viajeros del tiempo para que vayan a distintas épocas de la historia y traigan a las mejores mentes de la humanidad: filósofos, teólogos, juristas, médicos, gramáticos, científicos… hombres que habían marcado un hito en el pensamiento. El objetivo era único: confrontarlos en debates, escuchar sus argumentos sin los filtros de la historia, y ver qué nacía de ese choque de ideas. Las reglas del debate fueron las siguientes:

1.      Escuchar con atención al oponente.

2.      Defender el punto de vista con argumentos y razones.

3.      Responder a las objeciones con claridad y de manera concreta.

4.      Mantenerse en el tema.

5.      No agredir ni insultar al otro debatiente.

6.      Respetar el tiempo de palabra y no hablar al mismo tiempo.

7.      Buscar la verdad y la diversidad de opiniones de manera respetuosa y constructiva. 

Para el primer debate fueron convocados René Descartes, el padre del racionalismo moderno, y Martín Lutero, el reformador religioso que había desafiado a Roma. Ambos se sentaron frente a frente en una sala colmada de espectadores y proyectores holográficos que transmitían el encuentro a todo el planeta.

El tema propuesto fue: «La importancia de la razón en el hombre».

En la pantalla gigante se proyectó la premisa de Descartes:

—La razón es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales.

Luego, se proyectó la severa premisa de Lutero:

—La razón es la ramera del diablo, que no sabe hacer más que calumniar y perjudicar cualquier cosa que Dios haga.

El auditorio lleno de catedráticos y estudiantes de las mejores universidades del mundo se llenó de murmullos. El moderador —un joven científico ateniense en buen latín— explicó las reglas del debate mediante la aplicación de un argumento-respuesta. Además, tanto el argumento como la respuesta debía ser breve, pero sólida y consistente. Además, explicó que la computadora mostraría, en la pantalla, el puntaje correspondiente de acuerdo a la solidez, eficacia y convicción del argumento o respuesta sostenida. Una vez que finalizó con la explicación, invitó a Lutero para que empiece.

Lutero apoyó las manos en el atril y dijo con voz grave:

—El hombre, por sí mismo, no puede alcanzar a Dios. La razón, que muchos veneran como un ídolo, es ciega ante lo divino. La fe, y solo la fe, es el camino. La razón se corrompe, se enorgullece, se tuerce. Así como la serpiente tentó a Eva con argumentos, así la razón arrastra a los hombres a la soberbia. ¿Cómo confiar en ella, si incluso en los más sabios puede convertirse en un arma de perdición?

Computadora: Argumento coherente desde la teología, aunque limitado a la fe. Se le otorga 3 puntos.

El público, entre intrigado y asustado, lo escuchaba con atención.

El moderador cedió la palabra a Descartes para que responda. El filósofo se mostró calmado, con un semblante sereno y un leve gesto de ironía, respondió:

—Doctor Lutero, respeto su fe, pero ¿cómo podría usted mismo haber llegado a cuestionar a la Iglesia de Roma sin razonar antes? ¿Acaso no fue su razón la que, iluminada por su lectura de la Escritura, lo llevó a denunciar varios abusos? Si la razón fuera solo la ramera del diablo, como bien sostiene, usted mismo sería su cliente más asiduo.

Computadora: Respuesta brillante, sólida y con humor lógico. Se le otorga 5 puntos.

El público soltó una risa contenida, mientras Lutero fruncía el ceño.

Lutero contraataca

—No se burle, filósofo —replicó Lutero con un golpe en el atril—. Yo me basé en la Palabra de Dios, no en las construcciones vanas y falibles del pensamiento humano. La Escritura es clara: «El justo vivirá por la fe». No hay razón que salve, no hay argumento que redima. Lo único que hace la razón es dudar, envenenar, desviar al hombre de la obediencia a Dios.

Computadora: Argumento firme, pero repetitivo y poco innovador. 3 puntos para el doctor Lutero.

Descartes profundiza

Descartes salió del atril y caminó lentamente por el escenario. Empezó a mirar al público y dijo:

—Yo también hablo de duda, pero de una duda que construye, no que destruye. Dudar es el primer paso hacia la verdad. Si yo dudo, pienso; y si pienso, existo. Ese es el fundamento de toda certeza propia de un ser pensante. ¿De qué serviría la fe si no pudiera distinguirse de la superstición? ¿Cómo diferenciar la voz de Dios del eco de nuestras ilusiones o de propias ideas que a la luz de un interés particular nos hace creer que algo es cierto, si no es con la razón?

El auditorio se estremeció con esas palabras.

Computadora: Argumento magistral, claro y filosóficamente profundo. 5 puntos para el filósofo.

El clímax del debate

Lutero, irritado, levantó la Biblia que le habían proporcionado y exclamó:

—¡La Palabra de Dios se basta a sí misma! No necesita de su filosofía ni de su geometría. La razón solo sirve cuando se somete a la fe.

Computadora: Argumento dogmático, cerrado y con poca apertura. 1 punto para el doctor Lutero.

Descartes replicó con calma:

—¿Y cómo sabe usted que la Escritura es realmente la Palabra de Dios? ¿No es acaso su razón la que juzga, la que interpreta, la que diferencia entre el texto sagrado y cualquier otro escrito? Si la razón es una ramera, entonces la fe está edificada sobre arena. Pero si la razón es luz, entonces incluso la fe puede encontrar firmeza en ella.

El público estalló en aplausos. Algunos teólogos presentes se miraban entre sí con perplejidad.

Computadora: Respuesta contundente, lógica e inapelable. 5 puntos para el filósofo.

El desenlace

Lutero quiso replicar, pero sus palabras comenzaron a sonar repetitivas:

—La razón es débil… la fe es suficiente… la Escritura no necesita pruebas…

Computadora: Respuesta débil y redundante. 1 punto para el doctor Lutero.

Descartes se inclinó hacia él y concluyó:

—Sin razón, doctor Lutero, usted no estaría aquí discutiendo. Sería apenas un eco de dogmas sin voz propia. La razón no es enemiga de la fe: es su aliada más fiel, pues le da sustento, le otorga claridad y evita que se confunda con la superstición. Negar la razón es como apagar la lámpara y querer leer de noche.

Computadora: Cierre brillante, claro y convincente. 5 puntos para el filósofo.

Puntuación Final

  • René Descartes: 5 + 5 + 5 + 5 = 20 puntos
  • Martín Lutero: 3 + 3 + 1 + 1 = 8 puntos

Veredicto

El auditorio entero se levantó. Los 33 científicos, los 72 viajeros del tiempo y el público mundial que seguía la transmisión coincidieron en el resultado: René Descartes había ganado el debate con claridad, imponiéndose por 20 a 8 puntos.

Epílogo

En los pasillos del auditorio, muchos comentaban que Lutero había defendido la fe, pero que Descartes había defendido al hombre entero, con fe o sin fe, en su capacidad de pensar. Y la conclusión resonaba entre todos: la razón no era una ramera, sino el don que hacía al hombre distinto de los animales y lo aproximaba, quizá, un poco más a lo divino.

Escrito por David Misari Torpoco
7 de setiembre de 2022

 

 


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