Debate 2: Epicuro vs. Platón
Estamos en el año 2166. En el gran auditorio de Atenas,
donde los 33 científicos y los 72 viajeros del tiempo habían reunido a las
mentes más brillantes de la humanidad, se anunciaba el segundo debate. Esta vez los elegidos eran dos filósofos
griegos de renombre inmortal: Epicuro
y Platón.
El
tema: «¿El hombre debe intervenir en la
política?»
La
pantalla gigante mostró las premisas iniciales de ambos filósofos:
·
Epicuro: «El hombre sabio no debe intervenir
en la política».
·
Platón:
«El que se niega a participar en política puede terminar siendo gobernado por
sus inferiores».
En esta oportunidad, el moderador era un joven
egresado de la Facultad de Filología Clásica, quien dominaba muy bien el
griego. El
joven moderador indicó que solo serían cuatro rondas para cada uno. Luego
concedió la palabra a Epicuro para que comience.
Epicuro, sereno, habló
primero:
—El objetivo de la vida es alcanzar la tranquilidad del alma y la ausencia de
perturbaciones. La política, en cambio, es fuente de conflictos, intrigas y
rivalidades que desgastan al hombre. El sabio busca la paz, no los honores ni
los tumultos de la plaza pública. Intervenir en política es como lanzarse
voluntariamente a un mar embravecido.
Computadora: Argumento sólido, fiel
a su filosofía del placer y la serenidad: 5 puntos para Epicuro.
Ahora, el joven moderador, indicó a Platón para que
responda. Platón, erguido y solemne,
replicó con firmeza:
—Epicuro, ¿qué será de la
polis si los sabios se apartan? La ciudad quedará en manos de los ignorantes,
de los ambiciosos y de los corruptos. El sabio no debe huir de la política:
debe guiarla, razón por la que, el mejor gobernante debe ser un filósofo. Solo
así el bien común puede prevalecer. La justicia no se alcanza desde el retiro,
sino desde el gobierno recto.
Computadora: Respuesta
brillante, con sentido cívico y moral: 5 puntos para Platón.
Epicuro
contraataca
—La política, maestro
Platón, promete grandeza, pero ofrece cadenas. Quien se adentra en ella debe
pactar, traicionar y luchar contra enemigos invisibles. El sabio que busca
vivir sin miedo ni dolor se aparta de esas luchas. ¿De qué sirve gobernar a los
demás si se pierde la paz interior? El huerto del filósofo, pequeño y
tranquilo, vale más que un trono rodeado de enemigos.
Computadora: Argumento fuerte,
coherente con la búsqueda de felicidad personal: 5 puntos para Epicuro.
Platón
profundiza
—Tu hermoso jardín,
Epicuro, puede darte placer, pero no salvará a la ciudad del caos. ¿Acaso no
sabes que la justicia es el bien supremo de la polis? El filósofo que se
encierra se convierte en cómplice pasivo de la injusticia. Es mejor soportar el
peso del gobierno que ver cómo los peores gobiernan y arruinan la vida de
todos.
Computadora: Argumento convincente,
aunque algo idealista y cargado de deber moral: 3 puntos para Platón.
Epicuro
defiende su visión
—No niego la importancia de
la justicia, pero la política rara vez la garantiza. ¿Qué vemos en la historia?
Ciudades en guerra, pueblos sometidos, gobernantes que dicen servir al bien
común y terminan esclavizando. El sabio no necesita el poder para ser libre; al
contrario, necesita la libertad para no ser esclavo del poder. La verdadera
política del sabio es cuidar de sí mismo y solo así, podrá cuidar también a sus
amigos.
Computadora: Argumento claro,
realista, con fuerza crítica: 5 puntos para Epicuro.
Platón
insiste
—El sabio que se retira
condena a los demás a sufrir. ¿Qué dirías de un médico que, por no querer
contaminarse con la enfermedad, se negara a curar? El filósofo debe ser médico
del alma de la polis. Retirarse es egoísmo.
Computadora: Analogía interesante,
aunque algo forzada y difícil de sostener ante la visión epicúrea: 3 puntos
para Platón.
Última
ronda
Epicuro miró al público, a
todos aquellos catedráticos y estudiantes quienes estaban muy atento y tomando
apuntes. Entonces concluyó:
—El sabio no huye por
egoísmo, sino por prudencia. No todos están llamados a ser médicos del alma
colectiva; algunos lo somos del alma individual. La política exige sacrificios
que corroen la serenidad. Si los demás quieren gobernar, que lo hagan. Yo
prefiero enseñar a vivir bien, que es más valioso que gobernar mal, porque
incluso, nuestra misma historia ha demostrado que varios gobernantes con
valores y nobles ideas, una vez que lograron el poder, la política misma los
corrompió. Además, ¿no fue Dionisio II de Siracusa, el gobernante que en un
principio se mostró partidario de tus enseñanzas, pero luego, bajo la
influencia de los políticos de su corte, te encarceló y vendió como esclavo? Con
todo respeto, pero fracasaste con tu idea de convertirlo en un «rey filósofo». Por
último, considero que, el verdadero triunfo no está en dominar la ciudad, sino
en dominar el miedo y la angustia.
Computadora: Argumento magistral y
convincente, pero con un sutil recurso irónico y crítico hacia Platón: 3 puntos
para Epicuro.
Platón no quiso quedarse
atrás y respondió:
—Epicuro, confundes la
contingencia de un hecho con la verdad de una idea. Que Dionisio II no haya
alcanzado la virtud no demuestra que la política corrompa necesariamente, sino
que no todos los hombres están preparados para ser educados en filosofía. El fracaso
de un discípulo no invalida la grandeza del maestro ni la validez del ideal. Si
una medicina no cura a quien la rechaza, no por ello dejamos de considerar
valiosa a la medicina. Así también, el ideal del filósofo-rey sigue siendo la
guía más alta para evitar que el poder caiga en manos de los ignorantes.
Computadora: Argumento
magistral y convincente, pero sigue siendo idealista con la figura del
filósofo-rey, algo muy difícil de lograr: 3 puntos para Platón.
Puntuación Final
·
Epicuro: 5 + 5 + 5 + 3 = 18 puntos
·
Platón: 5 + 3 + 3 + 3
= 14 puntos
Veredicto
El auditorio, dividido
entre la admiración por la visión política de Platón y la serenidad de Epicuro,
dio su fallo. Con 18 a 14 puntos,
Epicuro se proclamó vencedor por un margen
justo, pero claro.
La conclusión resonó en el auditoria de Atenas. El sabio puede guiar la
política, sí, pero el verdadero arte de la vida está en alcanzar la paz del
espíritu, algo que ni la más perfecta constitución puede garantizar.
Escrito por David Misari Torpoco
10 de setiembre de 2022
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