Para
mí, la respuesta es no, esto es, no vale la pena vivir si no se hace algo
destacable.
Ahora
bien, desde siempre se nos ha dicho que la vida no tiene sentido, pero es uno
mismo (el hombre) quien le atribuye o le da ese sentido a su vida. Para
algunos, el sentido de la vida recae en hacer fortuna (construir riqueza) y
está bien; otros, sienten que el mundo exige grandeza, fama o el reconocimiento
y se concentran en ello. Sin embargo, otros sientes que el alma humana necesita crear,
marcar una diferencia, dejar huella, aunque sea en un solo corazón,
para sentir que su paso por la vida ha sido algo más que mera repetición.
Quizá,
ahora podríamos reformular la pregunta y decir: ¿por qué un ser humano merece hacer algo destacable?
En primer
lugar, es necesario saber que el ser humano no es un simple organismo que respira
y consume. El hombre es un ser consciente de su tiempo, de su
muerte y de su libertad. Esa conciencia, que es carga y
privilegio, nos obliga a preguntarnos ¿para qué estoy aquí?.
No basta con sobrevivir. Necesitamos que nuestra vida diga algo,
aunque sea en voz baja. Hacer algo destacable es darle forma al
caos, es poner una chispa de orden en el universo, aunque sea
en una obra artística, escribir un libro, como también en un gesto o una
palabra.
En segundo
lugar se debe reconocer que lo destacable es una forma de dignidad. No se trata de ser
genios, héroes o mártires, necesariamente, pues si lo eres, ya está,
trascenderás en la historia y serás inmortal. No obstante, se trata de dignificar
la existencia con algún acto que nos defina, que diga: Esto
fui. Esto hice. Esto me importó. Una vida que pasa sin haber dicho
nada esencial, sin haber construido un solo puente hacia otro, sin haber dejado
un legado con una creación propia deja al alma con una sed no saciada.
El ser humano merece, y debe, hacer algo destacable, porque esa
es su manera de justificar la inmensidad del don de estar vivo.
En tercer
lugar, aunque duela para muchos decirlo, pero el alma se marchita sin aspiración. Me explico. Vivir
sin buscar lo destacable —en este caso, no en el sentido público, sino personal
y auténtico— es renunciar a la potencia creativa que
nos hace humanos. La rutina sin propósito, el miedo a intentar, la resignación
constante, son formas de muerte lenta. Hacer
algo destacable no es vanidad: es afirmación existencial,
es gritar al mundo y a uno mismo: yo he sido capaz de hacer algo que
vale la pena o también yo he
logrado cumplir con mi objetivo.
En cuarto
lugar, lo destacable nos reconcilia con nosotros mismos. Si analizamos este
punto desde una perspectiva psicológica, nos daremos cuenta que cuando uno se
atreve a crear algo sincero —un poema, un gesto de justicia, una obra, un
libro, una decisión valiente— ocurre algo misterioso: uno se
reconcilia con su existencia, con sus contradicciones y caídas.
Lo destacable se convierte en eje de la identidad,
en punto de referencia al que volvemos cuando todo lo demás se desmorona. Es
decirse: tal
vez fallé mil veces, pero esto lo hice bien. Esto soy yo.
Por último, al ser mortales
estamos condenados a perecer algún día, porque la
muerte es para todos y esta muerte
da sentido solo si hay legado. La muerte, si llega tras una vida sin un
solo acto destacable, nos deja en el abismo del absurdo como diría Camus. Pero
si en vida hicimos algo que tocó a alguien, que transformó aunque sea un
fragmento del mundo, entonces la muerte se vuelve el broche final
de una historia que mereció contarse. Y eso nos libera del
miedo. Porque el legado —no importa cuán modesto— es la forma más humilde y
poderosa de eternidad.
Conclusión
Vivir sin
hacer algo destacable es como tener una voz y no usarla,
como caminar por un sendero sin haber dejado huellas siquiera en la tierra.
No se trata de ser célebres. Quien mucho piensa en la
fama puede terminar arruinado por ella. Aquí, se trata de ser
verdaderamente humanos: creadores de sentido, escultores de
nuestro destino. Lo destacable es aquello que, al final, nos
permite mirarnos al espejo sin arrepentimientos, con la íntima
certeza de que nuestra vida, aun con sus sombras, fue una obra
digna de haber sido vivida.
Con esto,
no quiero decir que lograr reconocimientos o fama sea mala o negativa. Un poco
de reconocimiento por algún logro personal o profesional, ser exitoso en lo que
te has propuesto, no tiene nada de malo. Lo malo o el aspecto negativo de esto
es cuando nos convertimos en soberbios, pedantes, orgullosos al máximo y en
comenzar a ver a las personas por debajo del hombro. Habrá que saber manejar
con cuidado estos aspectos.
En lo
personal, amo leer, amo escribir, valoro mi tranquilidad, no me gusta el
bullicio, pero sobre todo amo mi libertad; y en la medida que pueda, seguiré
adelante con mis proyectos personales
Escrito por
El Escritor Misterioso
6 de julio de 2025
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